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Autos con réplicas de trofeos dorados atados a sus techos hacían sonar sus bocinas y la canción no oficial del torneo, «Muchachos», sonaba espontáneamente entre extraños parados en paradas de colectivo y cruces de calles. A los ojos del recién llegado todo está en calma y tranquilo. La ciudad es extremádamente acogedora, segura y en sus calles se mezclan indígenas, cooperantes de ONGs, turistas bohemios, hippies provenientes de todos los rincones del globo…

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